ite inflammate omnia
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Un color profundo, intenso, danza entre la sangre y el fuego,
envolviéndonos en la eterna dualidad entre el dolor y la esperanza, una
esperanza que se alza tímí ida desde las cenizas. Este proceso destructivo
recuerda al concepto "Ite inflammate omnia" ("Id y quemad todo"),
donde el fuego no solo destruye, sino que abre camino a un
renacimiento inevitable.

El carmesí se erige como el protagonista visual que da forma a la
narrativa. Vibrante, palpitante, no es solo un color: es una herida abierta
que arde, una llama que consume el alma y, en el mismo instante,
susurra la promesa de un nuevo amanecer. Las llamas, tan implacables
como inevitables, abrazan a la flor de amapola, ese antiguo símí bolo de la
muerte y la resurrección, desintegrándola en un éxtasis de rojo
abrasador, fundiéndola con el fuego, que no conoce piedad, pero sí
destino, y se convierte en el motor visceral que guíaí hacia un destino Ó
más allá de lo evidente, donde el fuego no es solo el fin, sino el principio.